Pseudoblog de la materia Propedéutica de Textos, carrera de periodismo y opinión pública de la Universidad del Rosario

viernes, 15 de octubre de 2010

La pesadilla guevarista

El pasado 8 de Octubre se cumplieron 43 años de la muerte de Ernesto “Che” Guevara a manos de soldados bolivianos. Hace 43 años fue asesinado este enorme prohombre, salvador de la sociedad cubana… no, no le voy a hacer juego al mamertismo. Si quiere leer o escuchar una oda a este revolucionario, le recomiendo que escuche “Hasta siempre Comandante” de Carlos Puebla o “El Aparecido” de Víctor Jara (excelentes canciones, en mi opinión). Le advierto que en este artículo no encontrará una apología al comunismo más puro o a la lucha armada. Aquí el socialismo real, ese horrendo monstruo en el que se convirtió el sueño de Marx, no será laureado con flores o con consignas de tira-piedras. No. Estas líneas simplemente encarnan el desengaño sufrido frente a una utopía que se convirtió en pesadilla y frente a un romanticismo que murió aplastado bajo la bota del autoritarismo y de la burocracia.

Porque el postulado de una sociedad más justa, en la que todos tuvieran las mismas oportunidades se vio deformada por el ansia de poder de unos cuantos dirigentes. La ambición asesinó a la ilusión y la dictadura del proletariado se convirtió en la excusa perfecta para que personas como Fidel Castro y Pol Pot se atornillaran en el poder, supuestamente defendiendo los intereses de un pueblo al que nunca se le tuvo en cuenta a la hora de tomar decisiones. Tomemos el caso del líder cubano: en nombre de arrebatarle el poder a un tirano como Batista, la tiranía ya lleva más de 50 años en el poder; en nombre de una sociedad democrática, las libertades básicas de cualquier democracia, como la libertad de expresión o de autodeterminación, fueron cruelmente reprimidas por métodos aprendidos de la escuela estalinista; en nombre de la justicia, la justicia se convirtió en la herramienta para fusilar a miles de “reaccionarios”; en nombre de la igualdad, hay personas “más iguales” que otras. En pocas palabras: en nombre de la revolución, se traicionaron los ideales de la misma.

Y fue así como la deformación de los postulados marxistas constituyó la creación de un supuesto socialismo, en donde mientras al pueblo se le pedía mayor sacrificio acompañado de consignas como ¡Patria o Muerte!, los dirigentes de ese aborto de revolución se daban la mejor vida. Por una parte, aberraciones como la cartilla de razonamiento le dan al cubano promedio lo mínimo para mantenerse con vida, por la otra, Fidel Castro puede deleitarse de todos los privilegios que su condición de semi-dios le otorga. Muchos muriéndose por otro, otro viviendo por muchos.

La revolución es un sinsentido, es lo que dicen todos. Y al ver a Cuba, a China o a la ex URSS es tentador pensar esto. Ya no hay espacio para la utopía de claveles y de rosas, con fusiles de papel y granadas de poemas. Todo eso es ser un comunista, el peor insulto de nuestra era. Marx se equivocó al preveer la caída final del capitalismo y la instauración de una sociedad en la que los medios de producción estarían en las manos de todos, pues el socialismo real le ha disparado en la nuca con su fusil AK-47 al socialismo utópico.
O si no, pregúntele al Che. ¿Qué diría Ernesto sobre la malformación de su sueño? Lo más probable es que derramaría tristes lágrimas sobre la tumba de Cienfuegos, sobre el lugar donde Camilo cayó o en el hotel en el que Trotsky fue asesinado. Yo, por mi parte, sólo entono nostálgicamente Hasta siempre Comandante y pienso, no con menos nostalgia, en las sendas abiertas en los cerros por un tal aparecido.

Juan Felipe Urrea
 

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