Pseudoblog de la materia Propedéutica de Textos, carrera de periodismo y opinión pública de la Universidad del Rosario

jueves, 7 de octubre de 2010

Transmilenio y Cultura, una pareja sospechosa


El trasporte masivo más eficaz que se ofrece a los capitalinos es el Transmilenio pues, aunque todos vamos como sardinas enlatadas, logramos llegar a nuestro destino en menor tiempo que en un bus, donde el señor conductor cree que lleva basura y mete cuanto pasajero le muestra su dedo índice desde la calle, lo que sucede cada cuarto de cuadra, mientras en el “trasmi” se tienen las paradas fijas además de un carril exclusivo, aunque ahora es compartido con obreros rodeados de mayas azules, situación que vuelve lento el servicio.

Por otra parte muchos prefieren Transmilenio y se aguantan esa incomodidad que a veces no los deja ni respirar, sobretodo cuando, como en mi caso, se es chiquito y al lado van personas que por lo menos le llevan una cabeza de ventaja, una singularidad que me ocurre a menudo. No sólo por el tiempo, que casi siempre es menor, sino porque cada quien muestra aunque sea un nivel básico de cultura ciudadana, la que para ser sinceros, me hace sentir muy orgullosa al subirme a un bus rojo pues mi claustrofobia se aliviaba como por arte de magia cuando veo cómo los jóvenes ceden sin reprochar su silla a los más grandecitos, refiriéndome no exactamente a la altura.

Somos una civilización tan culta que las mujeres no se avergüenzan de la edad que tienen, pues ninguna se levanta del asiento al ver a alguien mayor; de los hombres, ni que decir, pues ellos ni cortos ni perezosos o mejor, perezosos, se quedan dormidos.

Qué más cultura que la de excusarse para después pedir que le hagan una colaboración para poder pagar la pieza que comparte con sus dos hijos y que cada noche cuesta cinco mil, además de la decencia de pagar los $1.600 y utilizar el Transmilenio como medio de trabajo, me imagino que subiéndose a más de cinco en menos de una hora.

¿O es que conocen ustedes otro lugar del mundo donde una persona abre la ventana después de que se le salio un gasesito y que además es más súper solidario porque para completar se tapa la nariz para que así los otros se coman su olorcito? Que orgullo siento, en serio.

No creo que uno pueda encontrar un sitio más fraterno donde hasta el ladrón que cautelosamente le sacó el celular o la billetera del bolsillo, como les ha pasado a varios amigos, le pide la hora, lo mira con cara sonriente o le arma conversación sobre el clima o, en su defecto, sobre el trancón. ¿Qué mas se le puede pedir al Transmilenio?

Algo seguro es que no puede haber menos aglomeración si continúan esas políticas, tan vivas, por parte de las instituciones del Estado, como aumentar los días de pico y placa sin un aumento de buses o una ampliación en el sistema. Sólo basta imaginarse cómo serían las estaciones de “Trasmilleno”, coloquialmente hablando, un sábado en Bogotá con pleno sol de medio día cuando la mayoría de familias salen a almorzar, lo que hace que se presente una congestión peor que la que nos da por el polvo de tantas obras en la ciudad: las estaciones y los buses articulados se llenarían hasta más no poder. Aunque de pronto Sammy quiera implementar esta medida en las navidades, para que no nos de tanto frío por el fenómeno de la niña y más bien nos bajemos más calientes que papa al horno, porque como leí en twitter “En el trasmilenio dice 3000 millones de colombianos transportados.... embutidos todos en el mismo aparato ¿¡No!?”

Paula Monroy

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